𝐅𝐮𝐭𝐮𝐫𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨: “El día tal tenemos que tener lista tal cosa”
Cuando llega el presente, sobre el futuro perfecto se pueden pedir responsabilidades y celebrar éxitos. En el futuro imperfecto la causa sigue su curso.
𝐇𝐚𝐲 𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚𝐬 en amplio sentido de la palabra, no voy a poner ejemplos, 𝐪𝐮𝐞 𝐯𝐢𝐯𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐧 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐨 𝐟𝐮𝐭𝐮𝐫𝐨 𝐢𝐦𝐩𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨.
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
William Blake fue un señor, supongo que con cierto trastorno psicótico o esquizofrénico que nació y murió en Londres entre los siglos XVIII y XIX. Destacó sobre todo en las artes de la pintura y la poesía.
Su baile con la enfermedad mental fue afortunado pues en lugar de ver demonios aseguraba ver ángeles y en aquel entonces esas musas eran catalogadas como divinas.
Quizá sea esa la razón de que su obra haya llegado a nuestros días y no terminado como tantas en la hoguera; porque todo hay que decirlo: William Blake vería ángeles pero pensaba como el mismísimo demonio ya que aborrecía la esclavitud, creía en la igualdad de razas, abogaba por los mismos derechos para hombres y mujeres y su rechazo a la autoridad le trajo algun que otro problemilla personal con el régimen de entonces.
Locos y visionarios se confunden con el artista cuando sus delirios se trasladan a un lienzo, a un grabado o conforman los renglones de un manuscrito. Y de todos los manuscritos de William Blake, Augurios de Inocencia es, quizá, uno de los más conocidos y de entre todos sus inspirados versos, dos profetizan la sociedad de nuestros días:
[…]
The Lamb misus’d breeds public strife And yet forgives the Butcher’s Knife.
[…]
El cordero maltratado genera conflictos públicos y, sin embargo, perdona el cuchillo del carnicero
[…]
Corderos somos maltratados por la mentira y una vez manifestado el descontento enseñamos mansos el cuello a nuestros carniceros.
Yo no me atrevo a pediros que abandonéis la mansedumbre y comodidad de vuestros pesebres; tampoco quiero que guardéis silencio ante la mentira, podéis seguir balando de terror frente al televisor o en los grupos de wasap como hacemos todos; cada uno evita el brillo del acero como mejor le conviene.
Pero todos tenemos identificado al carnicero y solo se trata de no perdonarlo: el carnicero se hace trajes a medida con la lana de nuestras familias y escribe SMS de ánimo a quienes traiciona, el carnicero ahoga y saquea el bolsillo de los ancianos y les niega la atención médica que se merecen, el carnicero expropia nuestras viviendas y nuestro grano para rescatar su quiebra, el carnicero cercena derechos, quebranta nuestras libertades y niega a nuestros verdugos, el carnicero es amigo del lobo porque somos su negocio, comparten mercado y paseos en lancha.
Esos pecados son el acero de su cuchillo y no merecen perdón, máxime cuando sin asomo de arrepentimiento, aún se busca con la mentira que confundamos estos con virtudes.
El 23 no te pido que acuses, pero tampoco perdones.
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
Se para a saludar camino de dar un concierto a las puertas de un hormiguero. Acude contenta a ofrecer sus servicios de coach a las obreras.
El discurso del batir de sus alas incrementa la ratio de producción. Las obreras repiten contentas sus mantras, aumenta la motivación y trabajan hasta la extenuación.
Llegado el invierno, no tendrá liquidez porque la reina hormiga pagarà a 120 dias sus servicios, hacienda le pisará los talones por la deuda acumulada del IVA y la seguridad social le enviará notificación de embargo. No tendrá para pagar el gas, ni la luz.
No podrá acceder al bono energético porque, aunque no ha cobrado, es una buena ciudadana y ha declarado todos sus ingresos.
Morirá desnutrida y de frío.
Las mismas obreras que incrementaron y mejoraron las competencias en sus sesiones de coach, dirán de ella que era una cantamañanas; las sindicadas la acosaran por servir a los intereses del capital.
Pero eso ella hoy no lo sabe; hoy saluda contenta y altiva, tiene la agenda repleta, está en la pomada, apenas sonríe y escapa.
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
La paradoja es una figura retórica que hace que el pensamiento entre bucle y nuestro razonamiento avance raudamente hacia ninguna parte.
Hay paradojas evolutivas -¿Qué fue primero el huevo o la gallina?-, paradojas lógicas -El mentiroso que dice “Estoy mintiendo” ¿Dice la verdad?-, !!Paradojas Cuánticas!! -el gato está vivo o muerto-.
La paradoja cortocircuita nuestro pensamiento en una espiral sostenida en el tiempo, nos lleva a un “buffer underrun”, a un desbordamiento de la memoria, nos deja “pillados” y fuera de juego, corriendo en circulo.
La paradoja es una herramienta muy utilizada en poesía -Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero- y en política, no hay duda.
Cuando las paradojas se dan en el contexto político, se desencadenan una serie de razonamientos espurios que llevan a ninguna parte o en el peor de los casos a confrontaciones estériles que impiden avanzar y entorpecen las dinámicas naturales, con base matemática, de la democracia.
Plantear la discusión de que va primero si el indulto o la condena, no es más que la intención de arenar un proceso, con la voluntad de impedir el avance hacia el objetivo real: no se trata de encontrar respuesta a que fue primero el huevo o la gallina, sino de hacer una tortilla.
En el contexto político, las paradojas se suceden como los asaltos en el boxeo, porque hoy en la política, a falta de solucionar problemas, como en la oca, de una paradoja se salta a otra; así se mantiene el aplauso y atención en los mensajes de contenido vacío. Suenan las cornetas y se cambia de tercio -quien pegó primero Palestina o Israel- y mientras en las plantaciones de algodón nos ponemos de acuerdo, los de siempre siguen haciendo caja a costa de nuestro sacrificio y dando paseos en lancha -o en falcón-.
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
De mansos corderos es el rebaño que pasta las verdes praderas del que se alimenta el lobo. Al arrullo de aguas tranquilas, los mansos que sobreviven a las crisis de los banquetes heredan tierra y pradera. Al lobo no le interesa la tierra, la da por hecho suya y el rebaño que se allana, resignado paga el diezmo y solo los mansos que sobreviven heredan.
La mansedumbre es una estrategia de supervivencia pasiva, anclada en el conformismo y la desconfianza de rumiar quien será el próximo en abandonar la tierra y el siguiente en heredar pradera.
Cuando desde una posición subordinada se defienden las ideas con el buen rollo, el argumento neutro y la súplica del consenso se está ejerciendo la mansedumbre desde un palmo de yerba heredada mientras la manada, a costa del rebaño, engorda.
𝐁𝐢𝐞𝐧𝐚𝐯𝐞𝐧𝐭𝐮𝐫𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐨𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐩𝐢́𝐫𝐢𝐭𝐮 y doblemente bienaventurados si además son mansos, porque además de saborear pación, también será de ellos el reino de los cielos. Y mientras el lobo hace su agosto, desde las alturas serán impermeables al 𝐥𝐥𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐬𝐨𝐥𝐚𝐝𝐨𝐬, 𝐚𝐥 𝐠𝐫𝐢𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐢𝐝𝐞𝐧 𝐣𝐮𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐚, 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚, 𝐝𝐞𝐦𝐨𝐜𝐫𝐚𝐜𝐢𝐚 𝐲 𝐥𝐢𝐛𝐞𝐫𝐭𝐚𝐝 y desde las nubes les enviarán manifiestos de bienaventuranza “no os preocupéis: seréis consolados y también saciados” y 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐬𝐮 𝐦𝐢𝐬𝐞𝐫𝐢𝐜𝐨𝐫𝐝𝐢𝐚 𝐬𝐞𝐫𝐚́𝐧 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐛𝐢𝐞𝐧𝐚𝐯𝐞𝐧𝐭𝐮𝐫𝐚𝐝𝐨𝐬.
𝐅𝐢𝐥𝐢𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐦𝐩𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧 D𝐢𝐨𝐬, piezas de un imbricado puzle genealógico de 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐧𝐬𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐳, solo ellos lo llegarán a ver a su izquierda y prometerán recompensa intangible a quienes a causa de ellos sean 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐞𝐠𝐮𝐢𝐝𝐨𝐬, 𝐢𝐧𝐣𝐮𝐫𝐢𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐲 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬, de su sacrificio heredarán lo que quede.
Desgraciaditos nosotros entre tanto manso, los que sabemos que la tierra no se hereda, que 𝐥𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐲 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐫𝐞𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐪𝐮𝐢𝐬𝐭𝐚𝐧 𝐲 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐥 𝐥𝐨𝐛𝐨 𝐬𝐞 𝐥𝐞 𝐞𝐧𝐬𝐞𝐧̃𝐚 𝐜𝐨𝐥𝐦𝐢𝐥𝐥𝐨. ;-(
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
Naomi Klein, en su libro la doctrina del Shock, nos habla de los métodos de Ewen Cámeron; un psiquiatra que se puede considerar el padre de la tortura moderna. Este sujeto, ideó un sistema para deconstruir la personalidad, la identidad de un individuo a través de la privación sensorial, técnicas de electroshock y drogas con la creencia que la persona debilitada y en estado de shock admitiría mejor determinados cambios de pensamiento y obraría en consecuencia con ellos. El angelito sentó las bases del lavado de cerebro.
Naomí, insinúa que el neoliberalismo se sirve de la cultura del shock para imponer su voluntad, apunta al pensamiento de Milton Friedman como teórico de esta doctrina, padre de la idea de “el estado social del shock, tras una catástrofe, es una oportunidad”.
La crisis que sufrimos todos en el 2008 y todo lo que trajo consigo, sumió a la sociedad en un estado de shock y en su reprogramación aceptamos expolios, recortes salariales y sociales y pérdida de derechos y libertades.
La pandemia ha sido otro episodio de shock para nuestra sociedad, fortuito, que a la parte progresista de la sociedad pilló con el paso cambiado y confiada. Ahí el hemisferio derecho, mientras el izquierdo recomponía el estado, dio una vuelta más de tuerca, como en el juego del petaco, el COVID les supuso a disposición una bola extra con la que seguir sumando puntos, perdió la vergüenza, sacó pecho y salió a la calle adueñándose de nuestros símbolos y nuestro discurso transformándolos en populismo y canalizando a través de él su imposición.
La mitad de las personas que en esas en manifestaciones gritan viva Franco y referencian a Chapote delante de nuestras casas del pueblo, no eran ni un proyecto de vida, cuando muchos de sus vecinos y vecinas, compañeros y compañeras, dejaron algo más que la piel en los caminos por entender que la libertad iba más allá de tomar una cerveza en una terraza, o jugar al escondite con los ex. La otra mitad están alienados
Vivimos una reprogramación neoliberal a través shock, encaminada a la construcción de un nuevo modelo social: autoritario desde el punto de vista de la gobernanza y de sumisión desde el punto de vista de la ciudadanía.
Una sumisión de la que emana un sentimiento de positividad nunca visto hasta la fecha, como el que llevan consigo los rebaños de ovejas que van obedientes y “corderas” al matadero, asumiendo este destino con una responsabilidad que se interpreta como intrínseca pero que ha sido directamente trasplantada de la voluntad neoliberal del nuevo régimen autoritario.
Esta positividad enmascara el dolor, ofusca con ello las decisiones y nos lleva a adoptar una estrategia de resistencia pasiva en un escenario de confrontación, como la adoptada por Jesús cuando ofreció la otra mejilla (acabó crucificado).
El asumir los hechos como si fueran las estaciones de un calvario no es la solución. La pasividad y la paz mal entendida es la autopista del reaccionario para el logro de sus intereses. La paz, como la libertad, es un proceso de emancipación colectivo, es un proceso que implica y requiere voluntad y acción, se conquista, no viene otorgada ni regalada.
Si hoy se disfruta es porque fue conquistada y ante quienes hoy avasallan no cabe el silencio.
Se las llama “inteligencias” pero en realidad, si lo comparamos con nuestro pensamiento, son “piezas” segmentadas de un proceso hipercomplejo como es nuestra cognición y que solo atienden a aspectos muy delimitados de un razonamiento.
Por buscar una analogía, el momento histórico que vivimos hoy con las IAs sería similar al que aconteció cuando Galvani hizo circular corriente por la pata de una rana y descubrió la naturaleza eléctrica del impulso nervioso (un hecho que pudo servir de inspiración a Mary Shelley para escribir su Frankenstein).
Hoy la potencia de cálculo y de almacenamiento permite el desarrollo de complejos algoritmos que nos llevan a solucionar problemas con un grado de precisión que en ocasiones supera al del experto.
Pero del mismo modo que la rana sigue muerta y descuartizada sobre la mesa de Galvani y lo único que se evidencia es el resultado de un fenómeno físico al pasar la corriente por los músculos, las IAs también están muertas, a la espera de una descarga, de un estímulo, de una cuestión que resolver y cuando lo tienen, lo único que evidencian es el éxito o no del propósito para el que algoritmo fue creado.
No hay más vida ni intención, no hay más inteligencia que la de la señora o señoro que aprieta el botón; la verdadera inteligencia o estupidez según se mire, sigue fuera de la caja de metal que la contiene, la parte creativa y volitiva le es ajena a la IA que como la pata de la rana, permanece inmutable hasta que alguien la activa.
Siguiendo con la analogía de la rana de Galvani, hasta ahora lo que teníamos eran muchas extremidades desconectadas (varias ranas descuartizadas), sistemas expertos independientes, creados para razonar sobre un único propósito.
Este tipo de sistemas, de “inteligencias”, pueden ser desde el más simple como el programa de control de un termostato inteligente, hasta lo más complejo: aparatos de diagnóstico que analizan las imágenes obtenidas y presentan un resultado probable en función de del resultado obtenido y un histórico de casos.
Las IAs guardan cierto paralelismo funcional con nuestros modelos teóricos del pensamiento: La información que viene por vía periféricos se copia a la memoria RAM, y el procesador, rescata del disco duro casos y empieza a cotejar y a operar con ellos en esa memoria de trabajo hasta llegar a una solución. Esa solución, que puede ser filtrada/modulada o no por un humano, pasará según criterio a engrosar los episodios que se archivarán en el disco duro, siendo tenidos en cuenta en posteriores “ensayos” induciendo de esta manera tan somera a un aprendizaje.
La revolución surge cuando, en nuestra búsqueda del moderno Prometeo como imaginaba Shelley, empezamos a coser patas de rana y las conectamos a un “Ejecutivo Central o procesador” con mayor capacidad de cálculo, capaz de coordinar más de un periférico de entrada y salida y exponenciamos a nivel de nube la capacidad de almacenamiento, disponiendo de “más experiencias” sobre las que inferir, llegando así a soluciones tan complejas como las que hoy nos maravillan capaces de conducir de manera autónoma un coche, de dibujar un cuadro o de resolver con nota un examen.
Pero como decíamos antes, la pata de la rana en su naturaleza sigue muerta, por muchas patas que se cosan, no hay más vida en el laboratorio que la del Doctor Frankenstein dando al interruptor de la corriente.
Lamentablemente, las conclusiones o resultados que surgen de la actividad de la IAs, aunque sean acertadas nacen sesgadas, porque “el olvido” y el “recuerdo” de ese almacén episódico que usan para sus “razonamientos”, no es fruto del azar ni autoadquirido, es intencionado y dirigido por quienes programan el algoritmo, por los que cosen las patas de las ranas.
“La inteligencia está ahí fuera”. La voluntad de resolver una ecuación y la creatividad la hora de inventar paisajes a las IAs se lo damos nosotros. Es nuestra estupidez la que guía este tipo de inteligencias, porque de ella surgen las necesidades u objetivos a cubrir de su desempeño.
En ese contexto dirigido y sesgado, las IAs nos abren las puertas a las más absoluta de las distopías, donde el día de mañana a un imbécil (hablando en términos clásicos de inteligencia) se le dote de un apéndice intelectual tipo ChatGPT y guie tanto sus decisiones como las de quienes dependan de él en función de una máquina programada con un propósito que el idiota, que la opera, no alcanzará a entender. En ese momento, el libre albedrío habrá sido un sueño y dios un suspiro.
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
Schrödinger, propuso a partir de la observación y el sacrificio -imaginario- de múltiples gatos, el principio de superposición cuántica, que por complejo y macabro lo simplificó cambiando la palabra gato por partícula y lo postuló diciendo que las partículas cuánticas pueden existir en varios estados a la vez.
La cosa es, en definitiva, para los que nos cuesta mucho seguir el hilo de lo metafísico, que el estado de la partícula depende del observador, o sea que dependiendo de quien mire el gato está vivo o muerto y mientras no miremos para él estará muerto y vivo a la vez.
Ese principio de superposición cuántica, traspasa las fronteras académicas de la física y se encarna en nuestra sociedad y naturaleza donde conviven en superposición de estados multitud de sucesos; donde los niños y los inocentes, como los gatitos de Schrödinger, están vivos y muertos a la vez y mientras no miremos, mientras no abramos la caja, podremos seguir manteniendo un distanciado debate sobre su estado aunque escuchemos ruido de sirenas y explosiones ya que pueden ser disparos, pero también petardos y música de villancicos.
Aún cuando como observadores fijemos la vista y determinemos el estado, frente al horror de los cuerpos desmembrados continuará el debate en la superposición de estados: si tanta barbarie es fruto del amor de un dios por su pueblo y debe ser tolerada o del odio irracional del hombre por sus semejantes y merece ser atajada.
La Navidad es un espacio de tiempo sometido también a las leyes de la cuántica, donde igualmente se da el fenómeno de la superposición de estados: consumismo, reflexión, generosidad, gula, guerra, paz… y hay una pulsión que nos empuja a disfrutar de este tiempo en familia, otro concepto cuántico donde se superponen multitud de estados: monoparentales, homoparentales, heteroparentales…
Ante tanta evidencia, todo parece indicar que nuestra realidad es una superposición de estados y si Schrödinger estaba en lo cierto y el estado de lo que nos rodea depende del observador, el cambiar las cosas dependería de nosotros.
Tomemos como propósitos firmes para los tiempos que vienen: afrontar con valentía y determinar con objetividad las causas de lo que vemos y obrar con responsabilidad y en consecuencia para que nuestro estado sea el de los principios e ideales que defendemos. Luchemos porque desde ahora y siempre solo se superpongan, en nuestra realidad cuántica, estados de buena esperanza: hagamos lo posible y todo lo que esté en nuestras manos, para que cuando dios o un divino arquitecto abra la caja y nos observe nos encuentre vivos. 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐳 𝐍𝐚𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝.
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
En la guerra biopolítica abierta con la invención de internet, Windows 95 fue una de las primeras herramientas. Dicen los teóricos de la conspiración que disponía de una puerta trasera que permitía a la NSA, bajo la disculpa de sospecha de amenaza terrorista, acceder a la información contenida en cualquier PC que lo tuviera instalado. Fue una época puertas abiertas y gloria troyana, a la que se sumaron firmas como McAFee cuyo fundador apareció suicidado en una celda de la cárcel de Brians en Barcelona en 2021 poco antes de su extradición al país de las libertades.
Este tipo de estrategia, de puertas abiertas, pronto se determinó que era poco efectiva; ante tanta puerta abierta y ninguna que destacase especialmente, toda instrucción de auditoría que se realizase era siempre posterior al daño causado, era necesario un cambio de paradigma que permitiese la anticipación al suceso y la predicción del daño; esta necesidad precipitó el nacimiento de la Nube y el Big Data.
En este punto, los sistemas operativos y las aplicaciones mantenían sus puertas abiertas no solo para entrada de los auditores sino también para la salida de nuestros datos hacia granjas de servidores, donde éramos catalogados en perfiles en función de nuestras preferencias y consumos. Para ganar fiabilidad y seguridad en el análisis de los datos que confiábamos, desde el país de las libertades, se libró batalla por la defensa de nuestras libertades y los derechos como usuarios de internet, vigilando que nuestros datos no cayesen en otras manos que, de manera torticera, les pudieran dar un mal uso o favorecer el desarrollo de análisis alternativos que desembocasen en resultados alejados del concepto democrático que las fuerzas que promueven nuestro crecimiento económico y libertades individuales y las naciones avanzadas defienden.
Afortunadamente en esta época de la historia, las fuerzas del orden mundial, comandadas por el país de las libertades, lograron abortar los maliciosos planes de malvados líderes como Dotcom (caso megaupload) que prestaba su nube a toda empresa pirata que quisiese un backup seguro de sus datos y Julian Asagne (caso Wikileaks) que bajo el falso paraguas de la transparencia pretendía desestabilizar gobiernos haciendo publica la información y reflexiones de sus agencias más íntimas.
Llegamos así en el tiempo a un punto en el que la densidad de los datos es de tal calibre que se hace ya prácticamente imposible su abordaje. Su disparidad y complejidad son tales que al final la resultante de su análisis es 0. Es necesaria una nueva herramienta que sepa discriminar lo relevante de lo irrelevante, una nueva estrategia y nace la IA.
Con la IA conviviendo en tu ordenador, en tu sistema operativo, en tus aplicaciones, se hacen innecesarias las puertas abiertas: ya no es necesario recabar datos de manera indiscriminada y ponerlos en cola para su análisis. Estamos en la última fase del juicio final, donde los datos dejan paso a la solución, donde las evidencias y las pruebas dejan paso a la sentencia. Lo que importa a partir de este momento para las decisiones futuras son las sentencias. Las IAs marcan un escenario donde no hay lugar a apelación ni a revisión de causas. Cercenamos de esta manera nuestras libertades, nuestro libre albedrío. Quien sea depositario y guardián ahora de la información no procesa datos ni pruebas, procesa sentencias.
Las IAs tras este peregrinaje, se convierten en la mejor herramienta biopolítica, favoreciendo en extremo la labor de carcelero de los gobiernos y grandes corporaciones, limitándose estos únicamente a garantizar el cumplimiento de las sentencias
¡Gracias por leer La Escandalera! Suscríbete gratis para recibir nuevas publicaciones y apoyar mi trabajo.
John Forbes Nash fue un matemático que vivió a caballo entre la realidad y el sueño que dibuja la locura.
Es principalmente conocido por sus aportaciones a la teoría de juegos que tiene aplicaciones a diferentes campos como, por ejemplo, la política (analizando el comportamiento político, elecciones, votaciones, coaliciones…).
Uno de los conceptos más conocidos de su teoría es “el dilema del prisionero”.
Explicado brevemente: dos delincuentes son capturados por la policía; en la instrucción del caso si los dos callan salen libres pues no hay pruebas suficientes para incriminarlos; si uno colabora y acusa su compañero, al colaborador le caen 3 años y a su compañero 10 años. Si colaboran los dos con la policía, los dos verán reducida su condena a 3 años.
Todos percibimos, sin duda, que la mejor opción para los prisioneros es no confesar, es la situación donde ambos obtienen mayor beneficio, pero queda descartada cuando entran en juego los incentivos e intereses individuales: 3 años de condena si colaboras frente a 10 sin saber lo que hará tu compañero, hacen que la solución más racional para ambos sea la de colaborar con la policía.
Hay escenarios donde los incentivos individuales, desequilibran la balanza para la obtención del mejor resultado. Son escenarios en los que, como en el ejemplo, no conviene allanarse porque al que se allana le caen 10 años. Son escenarios en los que el prisionero colaborador acusará y argumentará de mil maneras (apelando a la lealtad, que si “lo mejor para el común” …) para que el otro sufra en silencio la condena mientras él sale libre. No cabe duda de que el silencio y la obediencia en este tipo de escenarios no es la mejor opción, máxime cuando quien traiciona asume con resignación y pasividad su libertad y el sacrificio y contención de quien sufre condena no sirve para redimir mas que al traidor.
Hay escenarios, donde la confrontación es el punto de equilibrio racional para que la organización siga viva y en movimiento, donde es cierto que todos pierden un poquito, pero son superiores las ganancias a las pérdidas, son escenarios en los que se implica e implican a todo el mundo, en los que nadie se queda atrás.