La motivación intrínseca en la gestión del miedo evidencian cómo la derecha asume un liderazgo efectivo basado en un locus de control interno.

A Rotter se le considera uno de los principales teóricos del aprendizaje social. Desarrolló sus teorías en un ambiente académico donde toda interpretación de la vida se reducía a lo meramente observable, a las respuestas que acontecían ante los estímulos o, en un doble mortal a la hora de establecer la causalidad, en el modo en que esta relación podía ser operada en función de un premio o un castigo.
A pesar de las presiones de este contexto tan reduccionista, Rotter va conformando su teoría del aprendizaje social, sentando algunas bases del modelo actual cognitivo-conductual para explicar la realidad, inspirado, quizá, en que la lógica lleva a pensar que desde que se escucha una campana y se saliva, por la cabeza pueden pasarle a uno muchas cosas.
Uno de los conceptos más interesantes de su teoría es la del locus de control, que se refiere a la percepción que una persona tiene sobre el grado de control que ejerce sobre los eventos de su vida. Simplificado y traducido a la vida cotidiana a qué causas o a quienes echamos la culpa cuando las cosas no salen o salen según lo esperado.
Rotter definió dos tipos de principales de locus de control que tienen su aplicación en diferentes campos de la psicología y la sociología y por su generalización, también en la política:
1.- El locus de control interno: Las personas con este tipo de locus de control creen que sus acciones, esfuerzo y decisiones personales son los principales determinantes de los resultados en sus vidas. Este tipo se asocia con mayor motivación, rendimiento y desempeño y un mejor afrontamiento de los problemas cotidianos.
2.- Locus de control externo: Las personas con locus de control externo creen que factores externos, como la suerte, el destino, el azar o el control de otros, son los principales responsables de los resultados en sus vidas. Este tipo se asocia con niveles altos de desesperanza que es lo que desemboca la lógica de creer que las desgracias que nos acontecen tienen un componente divino.
Un liderazgo que se desarrolla bajo las coordenadas de un locus de control externo aborda los problemas desde una postura contemplativa y pasiva, llevando a sus seguidores, al enfatizar los factores externos en sus argumentos, a un estado de indefensión aprendida, inhibiendo la motivación y con ello la movilización intrínseca, necesaria en una organización, para cambiar las cosas.
Un liderazgo perfilado a través de un locus de control interno garantiza la persistencia ante desafíos y retos políticos complejos, irradia confianza, facilita la captación talento, se traslada sensación de control y competencia que moviliza al equipo y orienta la organización al logro.
Hoy en política, en todos sus ámbitos mundial, nacional, autonómico y local, tanto a derecha como a izquierda se gestionan los problemas a los que nos enfrentamos desde la perspectiva catastrofista del miedo y con éste como motor de movilización social orientado a consolidar las mayorías necesarias para gobernar o asumir liderazgos en el interior de las organizaciones. El miedo y el locus de control están íntimamente relacionados.
Cuando quienes pretenden liderar realizan una gestión del miedo desde su locus de control externo, se traslada un mensaje exculpatorio y amenazante donde los problemas y su solución no dependen de uno mismo, dependen de titulares de periódicos, de un enemigo feroz o de órdenes superiores, de factores que se reconocen en el discurso como excusas que escapan al control de uno mismo. Cuando esto sucede la organización se paraliza y cualquier estrategia planteada es de evitación generando un clima de desesperanza y desafección.
Cuando la gestión se realiza desde un locus de control interno se adopta un enfoque activo, en el que se desarrollan técnicas y estrategias, se planifican soluciones y se enfrentan los problemas como desafíos que la organización y el equipo pueden gestionar a través del esfuerzo y la estrategia política.
La motivación intrínseca en la gestión del miedo, así como el mensaje de autocontrol que se transmite para enfrentarlo, evidencian cómo la derecha asume un liderazgo efectivo basado en un locus de control interno. Este enfoque no solo reafirma su identidad si no que confronta, en la gestión de esas las mismas variables, con el modelo de que la izquierda utiliza para movilizar a sus bases, pero desde una perspectiva de control externa, poniendo el foco en la estrategia del contrario sobre la que no se tiene autoridad, apuntando a factores que son percibidos por su público como ajenos a su control.
En este esquema la derecha capitaliza su ventaja mientras la izquierda se desmoviliza y sucumbe a la parálisis e indefensión abocando cualquier actividad política a lo meramente anecdótico, descriptivo o suplicatorio
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