El email como placebo

Hace ya unos años, con motivo de los premios Príncipe de Asturias, coincidimos unos amigos con Ray Tomlinson el inventor del correo electrónico.

Creo que, aunque en ese momento fuera consciente de como su aportación había contribuido a revolucionar el mundo, la mente humana no tiene capacidad de comprensión para determinar por completo el alcance de tal transformación y cada día se descubren áreas donde esta herramienta se ha convertido en instrumento esencial de actividad.

Hace ya un tiempo, discutíamos unos compañeros sobre este tema; por ejemplo: el correo electrónico, no solo ha revolucionado la forma en la que nos comunicamos si no que irrumpe con fuerza en el ámbito empresarial e institucional pasando a ser un instrumento esencial en la resolución de problemas, esgrimiéndose sin pudor como atenuante para quitarse de encima y/o endosarse responsabilidades entre compañeros y/o departamentos, pasando así los marrones de unos a otros, como una patata caliente, hasta que milagrosamente desaparecen.

El correo electrónico se convierte así una herramienta horizontal y universal, válida para todo el mundo, desde funcionarios llanos y empleados a directivos; a día hoy, es la primera etapa en la solución de problemas y conflictos, una etapa (como bien describiría Piaget) preoperacional al tratarse estos de manera fantástica y mágica, pensando de manera egocéntrica que por plasmarlos en un correo y/o darles una patada al siguiente buzón, estos desaparecen y pasan a ser competencia del destinatario.

Son muchas las organizaciones e instituciones viven en bucle esta etapa preoperacional, los problemas y las responsabilidades viajan y se diluyen en interminables colas de correo, hasta que desaparecen, contribuyendo de esta manera al pensamiento simbólico y mágico de quienes participan en esta rueda, llegando algunos creer incluso que los problemas se solucionan solos.

Ray Tomlinson, no fue un Nicola Tesla, pero su idea contribuye día a día a rebajar nuestro nivel de estrés: escribir un correo para pedir una explicación, para trasladar un problema, o simplemente para dar una enhorabuena, libera mas dopamina en nuestro cerebro que cualquier fármaco diseñado a tal efecto; y en materia de asunción de responsabilidades es uno de los más eficaces eximentes, al conseguir cargar el muerto con un 99% de posibilidades, culpable o no, al último eslabón de la cadena.

Por esto, creo que debería de ocupar un lugar destacado en todas las enciclopedias además de como uno de los mayores benefactores de la humanidad, como padre del mejor placebo para los problemas corporativos e institucionales del siglo XXI.

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