Camino de desafección

Algunos procesos de democracia interna pasan porque miles de personas en asamblea debatan, maticen, enriquezcan, decidan y aprueben una serie de medidas o enmiendas, tomando como referencia un documento marco y que después de aprobadas con una representación más que significativa, pasen un filtro de unas pocas decenas de personas que decidirán, pudiendo contradecir a los asamblearios anteriores, sin explicación de criterio alguno que se sustancia y que no, devolviendo el resultado que puede ser discrepante o no con lo aprobado, para ser acatado por la asamblea.

Este sistema, así contado, puede parecer un secuestro de la voluntad colectiva. Lo sería si las personas que se incluyen en esas decenas que finalmente deciden sobre la relevancia de lo aprobado no fuese elegido en votación por las asambleas. De no ser así, parecería que la decisión de las mayorías estaría subordinada a la discrecionalidad de una élite reducida y claramente se estaría poniendo en cuestión la transparencia y la legitimidad de los procesos democráticos, comenzando por la usurpación de la representación.

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