El silencio de los corderos

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William Blake fue un señor, supongo que con cierto trastorno psicótico o esquizofrénico que nació y murió en Londres entre los siglos XVIII y XIX. Destacó sobre todo en las artes de la pintura y la poesía.

Su baile con la enfermedad mental fue afortunado pues en lugar de ver demonios aseguraba ver ángeles y en aquel entonces esas musas eran catalogadas como divinas.

Quizá sea esa la razón de que su obra haya llegado a nuestros días y no terminado como tantas en la hoguera; porque todo hay que decirlo: William Blake vería ángeles pero pensaba como el mismísimo demonio ya que aborrecía la esclavitud, creía en la igualdad de razas, abogaba por los mismos derechos para hombres y mujeres y su rechazo a la autoridad le trajo algun que otro problemilla personal con el régimen de entonces.

Locos y visionarios se confunden con el artista cuando sus delirios se trasladan a un lienzo, a un grabado o conforman los renglones de un manuscrito. Y de todos los manuscritos de William Blake, Augurios de Inocencia es, quizá, uno de los más conocidos y de entre todos sus inspirados versos, dos profetizan la sociedad de nuestros días:

[…]

The Lamb misus’d breeds public strife
And yet forgives the Butcher’s Knife.

[…]

El cordero maltratado genera conflictos públicos
y, sin embargo, perdona el cuchillo del carnicero

[…]

Corderos somos maltratados por la mentira y una vez manifestado el descontento enseñamos mansos el cuello a nuestros carniceros.

Yo no me atrevo a pediros que abandonéis la mansedumbre y comodidad de vuestros pesebres; tampoco quiero que guardéis silencio ante la mentira, podéis seguir balando de terror frente al televisor o en los grupos de wasap como hacemos todos; cada uno evita el brillo del acero como mejor le conviene.

Pero todos tenemos identificado al carnicero y solo se trata de no perdonarlo: el carnicero se hace trajes a medida con la lana de nuestras familias y escribe SMS de ánimo a quienes traiciona, el carnicero ahoga y saquea el bolsillo de los ancianos y les niega la atención médica que se merecen, el carnicero expropia nuestras viviendas y nuestro grano para rescatar su quiebra, el carnicero cercena derechos, quebranta nuestras libertades y niega a nuestros verdugos, el carnicero es amigo del lobo porque somos su negocio, comparten mercado y paseos en lancha.

Esos pecados son el acero de su cuchillo y no merecen perdón, máxime cuando sin asomo de arrepentimiento, aún se busca con la mentira que confundamos estos con virtudes.

El 23 no te pido que acuses, pero tampoco perdones.

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