El problema surge cuando las águilas afilan el pico, unos empuñan la espada para hacerles frente y otros se arrodillan con la esperanza de una vida mejor.

Este año convergen en el tiempo, en la misma semana, dos pasiones: la transformación y la penitencia; la conmemoración de dos efemérides, la Pasión de Cristo y la Segunda República Española.
Dos proyectos emancipadores, con visión de futuro, que fueron interrumpidos por sendas águilas: el “Áquila” que imponía la Pax Romana a golpe de crucifijo (como hoy lo hace la iglesia heredera aunque con formas más sutiles) y el Águila de San Juan que subyugó con la tierra de las cunetas, el terror y la violencia el libre pensamiento en España y condenó a generaciones a no ver más luz, que de la moral que se filtraba desde las vidrieras de iglesias y catedrales.
Si atendemos a los textos legales que inspiran los pensamientos de ambos periodos, los Evangelios por un lado y la Sagrada Constitución de la Segunda República Española de 1931 por otro, veremos tremendas similitudes.
No cabe duda que ambos proyectos definen y delimitan un marco normativo de convivencia. Mateo nos habla del contenido de uno de los mítines de Jesús en un monte, donde habla del amor al prójimo, la humildad y la justicia, del mismo modo que la Sagrada Constitución del 31 reconoce y materializa el amor por ese prójimo otorgándole los mismos derechos civiles y políticos, estableciendo así la soberanía popular. Ambas perspectivas comparten la visión de un orden social justo y armónico.
En otro mitin que nos relata Lucas, Jesucristo se dirige a los marginados: pobres, enfermos, mujeres y pecadores (lo que algunos nostálgicos del orden moral tradicional aún catalogan como “vagos y maleantes”) reclamando para ellos e insistiéndoles en sus derechos, en términos de igualdad y justicia social, del mismo modo que la Sagrada Constitución del 31 propugnaba la igualdad de género y los derechos sociales y la supresión de los privilegios de clase.
Al igual que Jesucristo desafió las estructuras de poder de la época no solo imperialistas sino también las religiosas imperantes, la Sagrada Constitución del 31 desafió las estructuras de poder de la época, encarnadas en sectores conservadores, militares o eclesiásticos. Tampoco podemos olvidar que Jesucristo fue uno de los primeros en manifestar una clara distinción entre Iglesia y estado, estableciendo el primer precedente histórico de la separación entre lo religioso y lo civil, cuando expulsó con firmeza a los mercaderes del templo, tal y como atestiguan sus biógrafos Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
Hasta aquí, como veis, somos todos primos o hermanos 😉
El problema surge cuando las águilas afilan el pico, unos empuñan la espada para hacerles frente y otros se arrodillan con la esperanza de una vida mejor y aparecen las primeras discrepancias en torno a qué estrategia adoptar: si la oración o la insurrección.
En cualquier caso, hoy para mi (y debería serlo también para todos y todas) es tiempo de honrar a las y los que tomaron y toman la espada aún hoy por los principios de justicia social, igualdad y democracia y libertad que nos unen a la inmensa mayoría; también a Jesucristo porque hay serias evidencias de que si bien el amor brotaba de sus labios, del cinturón de sus apóstoles el brillo de afiladas espadas que rebanaban orejas romanas.
Y porque nó, también a los arrodillados, que, bien mortificados desde la oración y la fe o desde el agnosticismo y el insulto, disfrutan de las pequeñas conquistas (hoy se llaman paguitas, becas, deducciones, desgravaciones, subvenciones, incrementos de salario mínimo, pensiones, educación y sanidad públicas…) que no pocos pagaron con sangre, como Cristo, porque todos somos uno y como dicta el sentido común: “juntos somos más fuertes”.
Salud. Feliz día de la República y a por la inviolabilidad de la Tercera.
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