Decía Manrique, que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir y en ese fluir de las corrientes que conformamos cada uno de nosotros, hay momentos donde los ríos comienzan a discurrir juntos, dándose una confluencia de caudales. Es por esas confluencias por las que navega la familia (la que te es dada y la que eliges), las amigas y los amigos, nuestros vecinos y vecinas…
Estos cauces que discurren serenos, lentamente, sin cesar su avance hacia el mar, la mayor parte de su recorrido sin grandes sobresaltos, conforman el delta infinito de nuestra sociedad; una red cuyos nudos conforman momentos en los que nuestras vidas se cruzan, tiempos de sumar y caminar juntos o los instantes en que nuestros cauces se dividen.
Cada nudo constituye un motivo de celebración (un compromiso, una meta que se alcanza, una alegría que se comparte) o de alerta y tristeza capaz de desbordar nuestras emociones.
De entre todos los momentos de alerta, en estas señaladas fiestas, quiero destacar aquel, por el que pasamos todos, donde los consejos de amistades, familiares y parejas, en materia de vicio y fornicio, comienzan a coincidir con las recomendaciones del médico de cabecera y que por desgracia se sostienen empíricamente en los resultados de las analíticas, conformando si no se siguen al pie de la letra, un tramo de rápidos y remolinos, que amenaza con hacer más corto nuestro tránsito hacia la mar.
Pero hoy, es uno de esos puntos donde el cauce de nuestras vidas se embalsa y el caudal que se acumula de emociones, de deseos de felicidad y de paz, de convivencia familiar y fraternal, conforma un contexto más que adecuado para hacer oídos sordos a cualquier recomendación que ponga límites al pecado de la gula o la lujuria y disfrutar del remanso aunque ello suponga, después de estas fiestas, un saltito más hacia la mar.
Felices Fiestas 😉
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Nuestro contexto social y político se define por las relaciones que los sujetos mantienen con los principios o creencias y la puesta en práctica de estas para transformar la realidad.
La democracia es una necesidad que surge de la búsqueda de equilibrio en el producto de esas relaciones entre sujetos y creencias de las que manan las transformaciones, para que los resultados de éstas beneficien no sólo a unos pocos, sino a una mayoría integradora y plural.
Este equilibrio encuentra su pilar fundamental en el diálogo, la discusión, el debate y la búsqueda de consenso de los principios, del marco ético que delimitará acciones, objetivos, establecerá lo que es correcto o procedente y señalará lo improcedente, dando lugar a lo que en las organizaciones de cualquier tipo, constituye su ideario, su visión y su misión.
En esos procesos de interacción donde los sujetos, las personas, abren unas dinámicas de participación y puesta en común, de escucha y confrontación, quienes participan no solo aportan sus ideas, perspectivas y verdades, sino que estas se ven transformadas en la interacción que conduce del conflicto al consenso de un enunciado único. Y también en este constante intercambio el individuo se transforma,se redefine y adopta el enunciado alcanzado como principio, como parte intrínseca de su definición como ser y en este punto, sean cuales sean las acciones de transformación que emprenda, cualquier logro que consiga, además de personal, será colectivo.
La amenaza a la democracia no solo se reduce, como algunos nos quieren hacer creer desde la perspectiva del miedo, a la estrategia de los insultos y la mentira. Su deterioro empieza dentro de las propias organizaciones que abanderan defenderla, cuando se entorpecen los procesos de diálogo y transformación y se secuestra la representación y la voz a quienes a través del trabajo continuado en la organización han redefinido y reorientado su visión del mundo.
Hoy es muy fácil acceder al ideario de una organización desde los titulares de los periódicos, desde las redes sociales, o simplemente recibiendo en tu buzón de correo o rebotada del whatsapp la ponencia de un congreso; pero este acceso no otorga al sujeto la definición de socialista que supone la transformación de la persona, de sus principios, ética, visión y misión que tiene lugar en el debate de las ideas; una transformación, que no sucede en dos reuniones, que es fruto del trabajo diario y de la interacción con los distintos pareceres, continuada y a lo largo de los años.
La amenaza a la democracia se materializa desde las propias organizaciones cuando se designa para la representación del ideario a personas cuyos principios están desconectados de los procesos de trabajo de la organización y de la influencia de los mecanismos transformadores que proporciona la militancia activa; porque, de esta manera, cualquier logro alcanzado será personal y el beneficio colectivo acabará en el mismo dedo de quien lo ha puesto.
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Las funciones matemáticas son una herramienta fundamental para describir y modelar los fenómenos del mundo real. Representan las relaciones entre variables que sirven para describir, predecir y sobre todo optimizar procesos con diferentes grados de precisión en una variedad de campos como las ciencias naturales, la ingeniería, la economía y, sí, también la política.
Y en este campo, el de la política, un fenómeno recurrente es el de la elaboración de listas. Encontrar una función que optimice estos procesos de elaboración alejado de la subjetividad de quienes tienen la responsabilidad de su confección, para que estas sean el verdadero instrumento de representación para el que son concebidas y obedezcan a los intereses del común y no a intereses fruto de la digitalización debería ser una prioridad para garantizar la transparencia y la equidad en la representación política.
En este contexto, una función que nos permitiese abordar de manera transparente, la elaboración de unas listas respondiendo a criterios objetivos, garantizando la legitimidad del proceso podría ser la que se estructurarse en tres ejes: representación, participación y preferencia.
1.- El eje de la representación, evalúa la capacidad de la delegada o delegado para reflejar las diferentes sensibilidades y sectores diversos de la militancia, incluyendo algunos aspectos como:
Pluralidad de opiniones y/o corrientes internas del partido.
Representación de aspectos territoriales, de género o generacionales.
La legitimidad y reconocimiento, formal o informal, que le otorga un sector o grupo como su portavoz.
La representación asegura que la lista no está sesgada hacia una única sensibilidad o corriente sino que refleja el espectro plural del partido.
2.- El eje de participación, evalúa el nivel de compromiso activo de cada delegada o delegado en las actividades del partido; a través de este criterio tratamos de evaluar:
La frecuencia y la calidad de su participación en las reuniones, en campañas y otras actividades que se organizan desde el partido.
Su capacidad, a través de la evidencia, para aportar fortalecimiento y cohesión al grupo.
Su disposición a asumir responsabilidades en momentos clave.
Este eje garantiza que quienes se integren en una lista, no solo representan sensibilidades, sino que también son actores activos en la vida del partido.
3.- El eje de preferencia introduce el componente de “evaluación”, al medir el grado de aceptación que cada delegada o delegado tiene entre el conjunto de militantes, incorporando así la voz de la militancia al proceso de elaboración de manera explícita y considera aspectos como:
La popularidad de la delegada o delegado dentro de la organización.
La percepción general de su liderazgo, sus capacidades y su compromiso ético.
Resultados de consultas internas o votaciones preliminares que reflejen su apoyo dentro del partido.
La preferencia, añade un criterio esencial que legitima el resultado final al enfocarse no solo en los compromisos éticos de las delegadas y delegados y si no también en la aceptación democrática de cada candidata o candidato a través de los procesos de consulta internos.
Así pues, la confección de las listas atendiendo a estos criterios, puede considerarse una función en tres dimensiones, donde cada persona es evaluada según su posición en los tres ejes y puede representarse como:
L(d) = f(r, p, P)
Donde:
L(d) es la posición del delegado en la lista
rmide el nivel de representación
p evalúa su participación activa
P representa el grado de preferencia o aceptación por parte de la militancia.
La implementación de este modelo basado en los ejes de representación, participación y preferencia permite la construcción de listas no solo de una manera objetiva y equilibrada sino también legitimada por la pluralidad y la aceptación democrática dentro del partido.
Este enfoque asegura que las personas seleccionadas para la representación reflejan tanto la diversidad interna como el compromiso activo, fomentando un proceso transparente y consensuado que fortalece la cohesión organizativa y el sentido de pertenencia entre la militancia. Integrando estas tres dimensiones, el partido no solo responde las demandas internas, sino que también consolida su estructura como un ejemplo de gobernanza inclusiva y eficaz.
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En ocasiones determinadas especies, con la prepotencia que caracteriza la creencia en su superioridad, intentan laminar el espíritu salvaje y libertario de algunos animales y los confinan entre barrotes que acotan su capacidad de decisión, pero no su ideario, ni su voluntad de lucha que permanece, en ocasiones de derrota en derrota, hasta la victoria.
El animal domado está incapacitado contra su voluntad y para ser acallado y contenido necesita estar enjaulado e incluso amordazado. Por contra, el animal domesticado es dócil a su dueño, son generaciones de servidumbre, de obediencia y simbiosis donde miseria y prepotencia confabulan en mansedumbre para la gestión del negocio; donde el animal domesticado presta un servicio a cambio de nada o de cuatro migas que deja caer de la mesa su dueño. Llegado el caso, incluso ejerce labores de carcelero con los animales domados y al silbido del patrón los devuelve al corral en cada intento de fuga, protegiendo una hacienda por la que vaga con la estúpida creencia de que es tanto suya como del amo y con un equivocado sentimiento de libertad y representación de una clase a la que, con su actitud, traiciona.
El concejal domado, está relegado a la oposición contra su voluntad, por un resultado en urnas, pero sigue en estado beligerante porque sabe que su estado revertirá en las siguientes elecciones y es consciente de la deuda contraída con la ciudadanía a la que representa.
El concejal domesticado pace alegremente por las políticas de su señor, con un ojo en su pesebre y otro en los concejales domados, porque sabe que de la contención de sus políticas depende su bienestar, la experiencia le dicta que los animales domésticos, cuando ya no sirven para su trabajo, el amo les abandona a su suerte o se les sacrifica.
Es importante que sepamos diferenciar entre domado y domesticado, porque puestos a derribar muros y romper barrotes que liberen animales o a votar concejales (según se mire) se ha de fijar siempre la atención en los que algunos llaman domados ya que su libertad y la autonomía que se delege en ellos para la toma de decisiones será también la nuestra. Liberar a un sujeto domesticado no tiene ningún sentido, pues sin el abrigo a las faldas de su amo no sobrevivirá y por eso siempre volverá al pasto de su política, aunque ello suponga traicionar sus principios…
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Últimamente, un mantra gana terreno en determinados círculos de la sociedad y determinadas organizaciones políticas: “Evitar la polarización”.
“Evitar la polarización” es el último muro defensivo levantado por las políticas neoliberales de la derecha y las corrientes neoreaccionarias emergentes.
Estamos en un impasse donde las conquistas de las generaciones que nos antecedieron se diluyen, donde el estado del bienestar sufre embates a diario y se desangra a diferentes velocidades, según gobiernen los nuestros o los otros y cuando un sector de la sociedad, de la ciudadanía, ve amenazados sus derechos y levanta el dedo, emerge el mantra “Evitar la polarización” que estigmatiza y culpabiliza a quienes reclaman.
Los derechos, se ganan siempre desde la confrontación y también se defienden desde la confrontación, porque lamentablemente no se consolidan, son fruto de unos determinantes sociales y están sujetos al arbitrio de las generaciones. Que como sociedad avancemos o retrocedamos en aspectos como la inclusión, la igualdad, la solidaridad y la justicia social depende exclusivamente de estrategias de defensa y de conquista.
Cada vez que alguien, desde el seno de una organización, llama a “Evitar la polarización” está llamando a la inacción, a la pasividad y el cese de la lucha lo que trae como resultado la desafección.
Porque, reflexionemos un instante: ¿dónde hemos de evitar la polarización? ¿En el derecho de la mujer al aborto? ¿En el derecho al matrimonio igualitario? ¿En el derecho a una muerte digna? ¿El derecho de las mujeres, de las personas a no ser explotadas? ¿El derecho a conciliar? ¿el derecho a la educación? ¿El derecho a la sanidad universal?… De todos estos frentes de polarización ¿en cuál nos allanamos?
La experiencia, al echar la vista atrás, nos dice que quienes llevan o llevaron como lema en sus programas “Evitar la polarización” no deberían representarnos. Son parte de la empalizada neoreaccionaria que nos impide avanzar hacia una sociedad más justa y facilitan el retroceso hacia posiciones de exclusión, donde los derechos sociales son relegados y los privilegios de unos pocos se consolidan en detrimento del bienestar colectivo.
El mantra “Evitar la polarización” es una trampa; solo favorece a quienes temen perder sus privilegios. Resulta imperativo rechazar esta narrativa quienes aspiramos a una sociedad más igualitaria y mantener viva la confrontación donde sea necesaria, porque, como decimos, sólo a través de ella se pueden conquistar y proteger los derechos que humanizan nuestra sociedad y nuestra convivencia.
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Hoy quiero referirme a dos conceptos que, aunque pueden parecer similares y confundir a quienes practican la política, no deben confundir a quienes observamos y delegamos la representación para no llevarnos sorpresas.
Me refiero a los términos de la política terrenal y a la política del terrateniente.
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.- La política terrenal se refiere a las dinámicas de poder, gobierno y organización social centradas en asuntos concretos, seculares y de carácter social, que priorizan las relaciones humanas y la gestión de los recursos en favor de las personas, de la mayoría, de la ciudadanía. Ejemplos de estas políticas son la redistribución equitativa de los recursos o medidas encaminadas a consolidar un estado del bienestar (seguridad social, educación y salud pública, gratuitas y universales…).
.- La política del terrateniente se refiere al conjunto de prácticas políticas y económicas, discursos, que realizan determinados grupos o personas para mantener su poder, su influencia y su riqueza. Son acciones orientadas a la preservación de intereses particulares de clase o grupo social. Engloba situaciones en las que la política se pone al servicio de los objetivos de una minoría, para influir en cuestiones que tienen que ver explícitamente con el territorio como herramienta de enriquecimiento y de perpetuación del sistema jerárquico y asimétrico de poder.
La política terrenal busca la igualdad de oportunidades y se contrapone a la del terrateniente, que, como buen señor feudal, persigue un interés privado.
En el ámbito municipal que nos ocupa, la política terrenal se enfocaría en el bienestar de todos las vecinas y vecinos del municipio, con especial atención a los más vulnerables, como aquellos que carecen de recursos para acceder siquiera a una beca de comedor o a quienes tienen dificultad para acceder a una vivienda o empleo dignos. En contraste, la política del terrateniente, centra el debate y su influencia en lo mundano del inmovilizado, en los bienes y aspectos materiales, la fontanería de la inversión para el saqueo de las arcas públicas.
Cuando nuestros representantes adoptan exclusivamente el prisma o la visión del terrateniente a la hora de hacer política, ven el mundo a través de sus intereses y la discusión se orienta al beneficio de su bolsillo (el del señor feudal). El resultado del acalorado debate político, sea cual sea el escenario, termina asegurando el triunfo del terrateniente.
Protagonizar exclusivamente titulares de talas, de hórreos, de sobrecostes hace que la visión de lo terrenal se desdibuje y queden relegados a un segundo plano los temas que nos dotan de identidad y cohesionan como corriente ideológica y política con vocación transformadora de la sociedad, como la educación, la vivienda, el empleo, la mujer o la juventud y supone un secuestro de una mayoría de voces con vocación “más terrenal”.
Es por eso que, si aún no ha quedado claro, hay tribunas que tendrían que repetirse todos los días hasta lograr consolidar mayorías 😉
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La atención dividida, o la capacidad cognitiva de procesar simultáneamente múltiples fuentes de información o realizar varias tareas al mismo tiempo, es un fenómeno bastante estudiado en psicología y neurociencia. Son muchos los autores y autoras que se han dedicado a su estudio y sus conclusiones al respecto, llegan a parecer consensuadas. Estas corroboran la hipótesis de que se produce un deterioro del rendimiento en ambas tareas sobre todo, especialmente cuando se trata de actividades complejas.
Simplificando de manera gruesa, podemos atribuir este deterioro a dos causas principales:
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Sobrecarga cognitiva: las tareas, por lo general consumen recursos cognitivos y a mayor complejidad de estas, mayor es el consumo de recursos. Esto produce que los procesos de fatiga se manifiesten más rápidamente, disminuyendo el desempeño, aumentando la probabilidad de cometer errores e incrementándose los tiempos de reacción.
Por competencia de los recursos: si las tareas comparten los mismos recursos, la interferencia entre ellas es significativamente mayor y se incrementa de manera exponencial la probabilidad de cometer errores. Esta es la razón por la cual, al conducir, está prácticamente prohibida cualquier tarea que pueda comprometer el rendimiento del objetivo principal: conducir de manera segura y sin errores.
Esto, que puede parecer una obviedad que todos intuimos y aplicamos de manera implícita y explícita en nuestras vidas cotidianas (como cuando decimos al compañero o compañera “Deja eso y escucha atentamente”), suele pasarse por alto en escenarios complejos, como los de las organizaciones. En estos contextos toleramos e incluso defendemos la existencia de perfiles “hombre orquesta” que dividen y compatibilizan sus recursos cognitivos entre tareas y responsabilidades complejas, balaceando éxitos y errores en un equilibrio precario que, en última instancia, repercute negativamente en el rendimiento del resto de la organización.
Hace muchos años, compartiendo mesa y mantel con un empresario asturiano –ingeniero de Iberia en su juventud, becado según sus palabras en tiempos de Franco para conocer de primera mano el proyecto Apolo en la NASA (alguno dirá que en tiempos de Franco se becaba mejor y no doy más datos por eso de la LOPD)–, nos dió a los presentes, entre cucharada y cucharada de unes fabes con almejes, uno de los mejores consejos de gestión empresarial en materia de recursos humanos, de todos los que he escuchado y leído hasta la fecha: “Cuando quieras que alguna cosa o proyecto no salga adelante, solo tienes que asignarle medio paisano”.
En mi experiencia a lo largo de los años, al echar la vista atrás y repasar aquellos proyectos que languidecieron o simplemente fracasaron en las organizaciones por las que he pasado, todos tienen el denominador común de que la inmensa mayoría eran coordinados por “mitades de paisanos” o “mitades de paisanas”.
Si examinamos al detalle una organización y detectamos determinadas áreas que no funcionan, es muy probable que acabemos encontrando tras el análisis, en la cumbre del organigrama de estatutos, reglamentos y procedimientos de estas áreas que cojean, “medio paisano” o “media paisana”.
Por eso, coincidiréis conmigo que, en los proyectos colectivos donde es más importante cosechar éxitos que errores –porque de los éxitos se materializan nuestros deseos y la conquista de nuestros derechos–, resulta imperativo que quienes aspiren al liderazgo realicen de un ejercicio de realismo, sensatez y humildad. Es fundamental evitar la tentación de dispersar sus capacidades en múltiples responsabilidades creyendo que, con esfuerzo y buena voluntad, se podrá compensar cualquier limitación.
La fortaleza de un proyecto colectivo debe fundamentarse en una definición precisa y exclusiva de los roles, asignados de manera individual a cada persona. Esta independencia de responsabilidades no solo asegura la pluralidad del proyecto y sino que potencia una mayor adhesión, al permitir que más personas se vean representadas y valoradas en su contribución.
En estos casos, la generosidad no debe traducirse en sacrificios extremos ni en una entrega a la causa hasta la extenuación, sino en garantizar el éxito de la empresa y esfuerzos colectivos a través de una gestión responsable. Esto implica asumir únicamente aquello que se desea gestionar con excelencia, abordando las responsabilidades de una en una y cuando sea necesario caso una detrás de otra, no todas a la vez.
Este enfoque, “una persona, una responsabilidad”, ha de constituir el punto de partida esencial para asegurar y garantizar el éxito de cualquier proyecto.
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El problema surge cuando las águilas afilan el pico, unos empuñan la espada para hacerles frente y otros se arrodillan con la esperanza de una vida mejor.
Este año convergen en el tiempo, en la misma semana, dos pasiones: la transformación y la penitencia; la conmemoración de dos efemérides, la Pasión de Cristo y la Segunda República Española.
Dos proyectos emancipadores, con visión de futuro, que fueron interrumpidos por sendas águilas: el “Áquila” que imponía la Pax Romana a golpe de crucifijo (como hoy lo hace la iglesia heredera aunque con formas más sutiles) y el Águila de San Juan que subyugó con la tierra de las cunetas, el terror y la violencia el libre pensamiento en España y condenó a generaciones a no ver más luz, que de la moral que se filtraba desde las vidrieras de iglesias y catedrales.
Si atendemos a los textos legales que inspiran los pensamientos de ambos periodos, los Evangelios por un lado y la Sagrada Constitución de la Segunda República Española de 1931 por otro, veremos tremendas similitudes.
No cabe duda que ambos proyectos definen y delimitan un marco normativo de convivencia. Mateo nos habla del contenido de uno de los mítines de Jesús en un monte, donde habla del amor al prójimo, la humildad y la justicia, del mismo modo que la Sagrada Constitución del 31 reconoce y materializa el amor por ese prójimo otorgándole los mismos derechos civiles y políticos, estableciendo así la soberanía popular. Ambas perspectivas comparten la visión de un orden social justo y armónico.
En otro mitin que nos relata Lucas, Jesucristo se dirige a los marginados: pobres, enfermos, mujeres y pecadores (lo que algunos nostálgicos del orden moral tradicional aún catalogan como “vagos y maleantes”) reclamando para ellos e insistiéndoles en sus derechos, en términos de igualdad y justicia social, del mismo modo que la Sagrada Constitución del 31 propugnaba la igualdad de género y los derechos sociales y la supresión de los privilegios de clase.
Al igual que Jesucristo desafió las estructuras de poder de la época no solo imperialistas sino también las religiosas imperantes, la Sagrada Constitución del 31 desafió las estructuras de poder de la época, encarnadas en sectores conservadores, militares o eclesiásticos. Tampoco podemos olvidar que Jesucristo fue uno de los primeros en manifestar una clara distinción entre Iglesia y estado, estableciendo el primer precedente histórico de la separación entre lo religioso y lo civil, cuando expulsó con firmeza a los mercaderes del templo, tal y como atestiguan sus biógrafos Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
Hasta aquí, como veis, somos todos primos o hermanos 😉
El problema surge cuando las águilas afilan el pico, unos empuñan la espada para hacerles frente y otros se arrodillan con la esperanza de una vida mejor y aparecen las primeras discrepancias en torno a qué estrategia adoptar: si la oración o la insurrección.
En cualquier caso, hoy para mi (y debería serlo también para todos y todas) es tiempo de honrar a las y los que tomaron y toman la espada aún hoy por los principios de justicia social, igualdad y democracia y libertad que nos unen a la inmensa mayoría; también a Jesucristo porque hay serias evidencias de que si bien el amor brotaba de sus labios, del cinturón de sus apóstoles el brillo de afiladas espadas que rebanaban orejas romanas.
Y porque nó, también a los arrodillados, que, bien mortificados desde la oración y la fe o desde el agnosticismo y el insulto, disfrutan de las pequeñas conquistas (hoy se llaman paguitas, becas, deducciones, desgravaciones, subvenciones, incrementos de salario mínimo, pensiones, educación y sanidad públicas…) que no pocos pagaron con sangre, como Cristo, porque todos somos uno y como dicta el sentido común: “juntos somos más fuertes”.
Salud. Feliz día de la República y a por la inviolabilidad de la Tercera.
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Hace ya unos años, con motivo de los premios Príncipe de Asturias, coincidimos unos amigos con Ray Tomlinson el inventor del correo electrónico.
Creo que, aunque en ese momento fuera consciente de como su aportación había contribuido a revolucionar el mundo, la mente humana no tiene capacidad de comprensión para determinar por completo el alcance de tal transformación y cada día se descubren áreas donde esta herramienta se ha convertido en instrumento esencial de actividad.
Hace ya un tiempo, discutíamos unos compañeros sobre este tema; por ejemplo: el correo electrónico, no solo ha revolucionado la forma en la que nos comunicamos si no que irrumpe con fuerza en el ámbito empresarial e institucional pasando a ser un instrumento esencial en la resolución de problemas, esgrimiéndose sin pudor como atenuante para quitarse de encima y/o endosarse responsabilidades entre compañeros y/o departamentos, pasando así los marrones de unos a otros, como una patata caliente, hasta que milagrosamente desaparecen.
El correo electrónico se convierte así una herramienta horizontal y universal, válida para todo el mundo, desde funcionarios llanos y empleados a directivos; a día hoy, es la primera etapa en la solución de problemas y conflictos, una etapa (como bien describiría Piaget) preoperacional al tratarse estos de manera fantástica y mágica, pensando de manera egocéntrica que por plasmarlos en un correo y/o darles una patada al siguiente buzón, estos desaparecen y pasan a ser competencia del destinatario.
Son muchas las organizaciones e instituciones viven en bucle esta etapa preoperacional, los problemas y las responsabilidades viajan y se diluyen en interminables colas de correo, hasta que desaparecen, contribuyendo de esta manera al pensamiento simbólico y mágico de quienes participan en esta rueda, llegando algunos creer incluso que los problemas se solucionan solos.
Ray Tomlinson, no fue un Nicola Tesla, pero su idea contribuye día a día a rebajar nuestro nivel de estrés: escribir un correo para pedir una explicación, para trasladar un problema, o simplemente para dar una enhorabuena, libera mas dopamina en nuestro cerebro que cualquier fármaco diseñado a tal efecto; y en materia de asunción de responsabilidades es uno de los más eficaces eximentes, al conseguir cargar el muerto con un 99% de posibilidades, culpable o no, al último eslabón de la cadena.
Por esto, creo que debería de ocupar un lugar destacado en todas las enciclopedias además de como uno de los mayores benefactores de la humanidad, como padre del mejor placebo para los problemas corporativos e institucionales del siglo XXI.
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Tras el impulso, la lógica de la física deportiva dibuja imperativo un salto que propicie el cambio. Desde estas líneas se os invita a acompañar en la construcción de ese futuro.
Las confrontaciones políticas funcionan como vasos comunicantes: cuando se analizan los resultados electorales, las pérdidas en una candidatura suelen traducirse en ganancias para la opción alternativa.
Tras el análisis de los resultados, puede darse una situación en la que, aunque un líder resulte vencedor, su posición quede debilitada, mientras que la candidatura opositora, a pesar de obtener un respaldo significativo, no logre imponerse.
En un contexto donde las normas dictan lealtad al vencedor, algunos ven que este tipo de derrotas solo dejan margen para la retirada pero, sin alejarse del marco exigido de lealtad y respeto y dado que el proyecto y el objetivo de ambos equipos es el mismo y las discrepancias se limitan únicamente a las formas de llevarlo a cabo, se dan todas las circunstancias para el desarrollo de una estrategia de retrogradación táctica.
En materia militar y también organizacional, la retrogradación táctica, consiste en fortalecer la posición obtenida, reagrupando fuerzas, reposicionándose en aquellos aspectos donde se tenga ventaja, sumando aliados cara a reformular y plantear nuevas estrategias.
Esto, en un escenario político, se traduce en acciones concretas como: optar por un discurso moderado en lugar de confrontaciones abiertas; consolidar apoyos internos de manera discreta dentro de la organización; reorganizar equipos afinando estrategias y evitando el desgaste en debates internos innecesarios y poner de manifiesto los errores y la necesidad de un cambio sin necesariamente identificar culpables.
Hoy vivimos la política reducida al triunfo inmediato. Casi todos los proyectos tienen una vida efímera y nacen intrínsecamente ligados al pensamiento particular del líder (no me hagan poner ejemplos) excluyendo de este modo el liderazgo resilienteque vertebra estrategias y proyectos a largo plazo, sustentado en el equipo que dota de la visión panóptica necesaria para convertir escenarios adversos en oportunidades de crecimiento.
En este sentido, la estrategia de retrogradación táctica implica una adaptación inteligente a las circunstancias que, sin abandonar el marco de lealtad exigido, sigue en su empeño de fortalecer alianzas y evitar confrontaciones estériles permitiendo el nacimiento de nuevos liderazgos y evidenciando otros claramente amortizados; buscando fortalecer un relato o dando paso a otros como una opción factible que dé viabilidad al proyecto común.
La política a nivel orgánico ha de ser concebida como un terreno reformulación constante orientado a logro del objetivo común, más allá de individualismos y liderazgos que busquen imponer su visión única; la política y sobre todo la orgánica no puede reducirse a la inmediatez del resultado electoral, ha de concebirse como un proceso dinámico que garantice dinámicas que la doten de continuidad y solidez.
Los resultados democráticos no deben servir como pretexto para resistirse al cambio ni perpetuar un inmovilismo continuista basado en una visión cortoplacista. Deben asumirse como un punto de partida para una reorganización estratégica del contenido ideológico de esos vasos comunicantes, en un proceso transparente, alejado de interpretaciones mágicas o románticas.
Esta dinámica es la que permite el nacimiento y otorga espacio a líderes con vocación conquistadora, no de mesías, que entienden la política como una herramienta de transformación real, orientada a futuro y a resultados tangibles para la ciudadanía. Es la que nos aleja de la postura cómoda del historiador que vive su presente como espectador interpretando el pasado, sustentando cualquier argumento o estrategia en viejas narrativas que refuerzan la percepción del cambio como amenaza y no como oportunidad.
Y desde esta óptica, tras el impulso, la lógica de la física deportiva dibuja imperativo un salto que propicie el cambio. Desde estas líneas se os invita a acompañar en la construcción de ese futuro.
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